El Concejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha enviado recientemente a Irán un paquete de incentivos para alentar a esa nación a detener su programa nuclear. Las propuestas incluían la venta a Irán de tecnología nuclear en base a agua liviana, aeronaves civiles, y repuestos. A pesar de que los Estados Unidos participaron de de esta iniciativa y de que han acordado reunirse directamente con los iraníes para tratar el tema nuclear-ambos avances positivos-puede ser necesario ir más allá si es que se quiere que exista alguna esperanza de que Irán detenga sus actividades nucleares.
La administración Bush alega que Irán está trabajando de manera secreta en un programa de armas nucleares en violación a su compromiso de no hacerlo en los términos del Tratado de No Proliferación Nuclear. Irán niega esta acusación y afirma su derecho bajo ese mismo tratado a buscar energía nuclear pacífica. Después de la falla de la inteligencia estadounidense sobre el supuesto, pero inexistente, programa nuclear de Irak, los Estados Unidos y el mundo no deberían estar demasiado seguros de que el programa nuclear de Irán tenga un propósito militar. En verdad, pese a que la Agencia Internacional de Energía Atómica tiene inquietudes acerca del programa nuclear iraní, hasta ahora la misma no ha encontrado evidencia alguna de que Irán se encuentre procurando un programa de armas nucleares. Los iraníes pueden no haber decidido aún emplear su programa para producir armamentos.
La amenazante demostración de fuerza militar israelí y la errónea invasión de los EE.UU. de Irak, la cual asustó a los iraníes y los llevó a pensar que podrían ser los próximos en la lista estadounidense de ataques, lógicamente llevarán a Irán a buscar armamento nuclear tan pronto como sea posible a fin de limitar las acciones de esas potencias. Pero Irán también puede tener un incentivo para no convertir en armas a su programa nuclear. Irán es un gorila de 800 libras en la región del Golfo Pérsico. Si obtuviese armas nucleares, esto podría estimular a Turquía, Arabia Saudita, y a otros estados vecinos a seguir ese camino. Tales desarrollos esencialmente anularían la ventaja de Irán.
Por lo tanto, quizás Irán pueda ser convencido ya sea de no tomar la ruta nuclear o de abandonar cualquier programa de armas que ya haya iniciado. Pero el hecho de ofrecerle a Irán incentivos negativos es probable que resulte costoso para los Estados Unidos. Las opciones militares son proclives a ser en su totalidad contraproducentes. La invasión de Irán-mucho más grande, más populoso, y más escarpado que Irak-haría lucir manso al atolladero mesopotámico. Los ataques aéreos probablemente fallarían en derribar el programa nuclear de Irán, en virtud de que la inteligencia estadounidense probablemente sea imperfecta (por decir lo menos) acerca de la ubicación de todas las instalaciones. Tales ataques meramente harían que Irán trabaje horas extra para obtener armas nucleares. También, Irán podría tomar represalias urgiendo a los milicianos chiítas en Irak a atacar a los efectivos estadounidenses, soltando a la agrupación terrorista Hezbollah contra objetivos de los EE.UU. alrededor del mundo, o cortando los embarques de petróleo occidentales que son transportados a través del Estrecho de Hormuz.
Las sanciones económicas, otro incentivo negativo que ha recibido una tibia reacción por parte de los miembros del Concejo de Seguridad China y Rusia, son proclives a resultar casi igual de contraproducentes. Tal como la acción militar, meramente causarán el aumento demográfico de más jóvenes iraníes pro-occidentales marchando en favor del régimen teocrático. El gobierno iraní puede también redireccionar el daño de las sanciones hacia aquellos en la sociedad iraní que sean menos capaces de soportarlas. Los efectos económicos de las sanciones usualmente se disipan con el tiempo en la medida que el engaño se torna lucrativo para las empresas y naciones extranjeras. Las sanciones a menudo son vendidas como una alternativa a la guerra, pero por lo general pueden llevar a ella-por ejemplo, la primera Guerra del Golfo en 1991 y la invasión estadounidense de Panamá en 1989.
De esta forma, los incentivos positivos son mejores para tener alguna posibilidad de persuadir a Irán de que no precisa armas nucleares. Una política exterior estadounidense más restringida en el área del Golfo Pérsico (incluida una rápida retirada de los Estados Unidos de Irak) y una garantía de seguridad de los EE.UU. para Irán son los incentivos positivos claves que le están faltando al lote de propuestas del Concejo de Seguridad de la ONU. Debido a que los grupos radicales a los que apoya Irán no concentran sus ataques sobre blancos estadounidenses, los Estados Unidos pueden darse el lujo de conceder dicha garantía. También, si Irán obtuvo eventualmente armas nucleares, una pisada estadounidense más pequeña en el Golfo Pérsico hará menos probable que los iraníes entren en conflicto con los Estados Unidos y las empleen para atacar al lejano territorio estadounidense. Los Estados Unidos también deberían ofrecer normalizar plenamente las relaciones estadounidense-iraníes-incluidos los lazos culturales, políticos, y económicos-en gran medida como lo hicieron con Libia, y procurar contener la proliferación de armas nucleares regionalmente, lo que incluiría a la de Israel.
En esta fecha tardía, y tras las numerosas metidas de pata de la política estadounidense, incluso estos incentivos adicionados podrían no desalentar a Irán de conseguir armas nucleares. En ese caso, los Estados Unidos pueden tener que convivir con un Irán nuclear. Dada la distancia entre las dos naciones, los europeos y los vecinos de Irán deberían estar más preocupados respecto de este desarrollo de lo que deberían estarlo los Estados Unidos.